En la guerra cognitiva las restricciones éticas marcan el límite para las democracias occidentales (II)

Como ya se apuntó en anterior entrega, el cerebro es el campo de batalla en la guerra cognitiva, lo que supone que a la mente humana apunta el ataque a objeto de degradar y destruir al enemigo. En este sentido se plantea el debate, por cuanto su implementación también llevaría a restricciones para las democracias occidentales.

Y si bien el asunto es abordado desde los años 90 cuando el cerebro comenzó a ser objeto de estudios por las potencias mundiales, la diferencia aparentemente estaría en el enfoque que se le da a cada lado del mundo.

No en balde se advierte que la cultura occidental está en riesgo y es un objetivo a combatir desde oriente donde operan China, Rusia, Irán, países que no comprenden los principios que rigen a las democracias de occidente en las que la ética es un valor fundamental.

En Venezuela Política continuamos abordando el tema de la guerra cognitiva a partir del estudio de la misma que hacen los expertos militares Luis Mariano Giorgi y Márcio Saldanha Walker.

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Mas que disparos y bombardeos

Para todos, está claro que en la actualidad la guerra implica más allá que solo disparos y bombardeos, pero para occidente, la guerra cognitiva y su implementación supondría límites. Es que la guerra cognitiva, su significado, significaciones y consecuencias se perciben de diferente manera dependiendo de donde provenga el enfoque.

En pocas palabras, no hay un consenso sobre el establecimiento de la doctrina y los límites de la guerra cognitiva, puesto que, como ya apuntamos, el significado de los conceptos no recibe el mismo nombre según la doctrina de cada país y, por ello, se hace difícil identificarla.

Las potencias occidentales reconocen la existencia de la guerra cognitiva, pero no logran aún establecer un consenso en su definición y procedimientos. Y es que, sencillamente, las democracias occidentales enfrentan restricciones éticas y de implementación a la hora de abordar el asunto.

Destacan Giorgi y Walker que los Estados con doctrinas militares no occidentales —con un sistema de balances, controles y contrapesos más centralizados— se han beneficiado en su aproximación conceptual al tema y por su urgencia de disponer de otras herramientas que complementen sus capacidades bélicas convencionales. En otras palabras, no tienen limitaciones en su aplicación.

Lo cierto es que la guerra cognitiva está en evolución dado el impulso que le brindan los avances en neurociencias, las cuales proporcionan herramientas de doble uso.

El actor — el Estado o grupo no estatal— que consiga implementar una doctrina y concepto coherente en guerra cognitiva, obtendría una ventaja significativa, determinante más bien.

Las funciones ejecutivas

Abramos un espacio para explicar que las Funciones Ejecutivas (FFEE) y su Importancia en la guerra cognitiva, de acuerdo a lo que Luis Mariano Giorgi y Márcio Saldanha Walker, estiman en su estudio.

Estas funciones ejecutivas se desarrollan en los lóbulos frontales del cerebro, los cuales son identificados como la «sede de la intencionalidad, la previsión y la planificación». Las FFEE se definen como «las capacidades mentales necesarias para la formulación de metas, la planificación de cómo lograrlas y la posibilidad de llevar a cabo estos planes eficientemente» y como «el conjunto de habilidades necesarias para la consecución de una meta.»

Por tanto, las funciones ejecutivas de los soldados son fundamentales para su desempeño militar. Por ello, la posible manipulación de las FFEE se constituye, entonces, como un nuevo dominio de la guerra.

Los componentes de las FFEE son la velocidad de procesamiento, la atención alternante, la memoria de trabajo, el acceso a la memoria semántica, la ejecución dual, la inhibición, la flexibilidad cognitiva, la planificación, la branching — capacidad cognitiva, una técnica de aprendizaje o una estrategia de desarrollo— multitarea y la toma de decisiones.

Las emociones, valores, atajos cognitivos y sesgos en la sensopercepción tienen influencia en las decisiones en la guerra cognitiva. Estamos hablando, en palabras llanas, de la manipulación de la conciencia, de allí de las limitaciones éticas que se plantea occidente al momento de abordar la guerra cognitiva.

Desafíos éticos de la guerra cognitiva

La guerra cognitiva, pues ella plantea desafíos éticos fundamentales

No son, por tanto, un asunto que pueda tratarse a la ligera el desarrollo y la aplicación de la guerra cognitiva, pues ella plantea desafíos éticos fundamentales que tienen que ver con la manipulación de la mente, la autonomía individual y colectiva, así como la potencial desestabilización social que ella supone.

Desde una perspectiva legal, la falta de doctrina clara, los posibles vacíos legales y la dificultad para establecer causalidad, serían un gran obstáculo para la aplicación de los marcos legales existentes. Es crucial, en consecuencia, abordar estas implicaciones éticas y legales a medida que evoluciona el campo de la guerra cognitiva.

El ataque y explotación de la realidad que el individuo o grupo construye, supone la manipulación de la autonomía individual y colectiva y, por tanto, plantea cuestionamientos éticos por el objetivo declarado de la guerra cognitiva de degradar o, incluso, destruir la manera en que se piensa conceptualmente.

La manipulación de las funciones ejecutivas (FFEE) del cerebro a través de la intervención de procesos cerebrales que son esenciales para la toma de decisiones y la conducta social, igualmente también dilemas éticos sobre la integridad y la capacidad de los individuos, especialmente en el contexto militar.

No resulta menos cuestionable tampoco la manipulación de factores que influyen en la sensopercepción, como emociones, valores, sesgos y estereotipos, con el fin de impactar en las decisiones.

La definición de guerra cognitiva como la «militarización de la opinión pública» para influir en la política y desestabilizar instituciones subraya la preocupación ética por la manipulación de procesos democráticos y la erosión de la confianza pública.

Por otra parte, la investigación en ciencia cerebral militar que busca «dañar el cerebro» e «interferir con el cerebro causando disfunción cerebral y pérdida de su control».

El objetivo de la guerra cognitiva de desestabilizar sociedades al acelerar divisiones preexistentes o introduciendo nuevas ideas para enfrentar a diferentes grupos y aumentar la polarización es un asunto que genera serias preocupaciones éticas.

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