¿Es el diálogo, una salida a la tragedia que vive Venezuela o una simple herramienta para que el régimen gane tiempo?

Por Maibort Petit
@maibortpetit

Frente al incremento de los conflictos sociales, el gobierno ha decidido dar una respuesta militarizada, con lo cual incurre en la violación de los derechos humanos. Es esa la razón por la que el régimen no quiere someterse a un escrutinio.


En los últimos 17 años, la comunidad internacional y los sectores políticos del país han planteado la estrategia del diálogo como método para solventar la crisis de gobernabilidad que vive Venezuela.  El diálogo es el método pacífico -ideal- para disminuir la conflictividad. No obstante, requiere de la buena voluntad de los sectores en pugna.  En la era chavista, todos los intentos de diálogo han fracasado y el actual llamado, parece no ser diferente a los anteriores.


Hay una enorme barrera para concretar un diálogo en el país: El gobierno no quiere dialogar ni acepta ser escrutado. El diálogo sería la vía más factible para un entendimiento nacional pero lamentablemente la cúpula oficial se niega al reconocimiento y al respeto del oponente. 

En Venezuela existe desconfianza entre las partes y ese factor priva para concretar un entendimiento que permita disminuir la conflictividad. Para nadie es un secreto que una amplia mayoría de la sociedad venezolana desconfía del gobierno y de los militares. A su vez, el gobierno desconfía de la oposición y de los sectores sociales empeñados en un cambio democrático. Por su parte, la oposición conoce los verdaderos objetivos del oficialismo y de los “mediadores o facilitadores” escogidos por el régimen para liderar la conciliación.

Si bien recordamos, el primer intento de diálogo se produjo cuando Hugo Chávez estaba al frente del gobierno, con la mediación del colombiano, César Gaviria en la llamada Mesa del Diálogo, cuyos resultados nunca se cumplieron(2002-2003). Luego, hubo otro intento de “diálogo” con el grupo de Unasur encabezado por Ernesto Samper, que tampoco resultó (2014), y ahora con el expresidente español, José Luis Rodríguez Zapatero (2016).

Un país descarrillado al borde del abismo

El escenario actual de Venezuela muestra una descomposición social, económica y política cuya solución requiere del esfuerzo de todos los sectores, sin exclusión alguna. Es tan grave el grado de conflictividad que necesariamente todos  aquellos interesados en un cambio real debemos actuar, dejando de lado los intereses particulares para centrarnos en un sólo objetivo: detener la crisis humanitaria que se avecina y la inminente explosión social, que traerá como resultado la actuación de las fuerzas armadas y, por ende, bajas importantes en la población civil.

Hay que hacerlo antes que sea demasiado tarde


Es urgente concretar un verdadero acuerdo nacional en el que prive una sola meta: sacar a Venezuela del abismo y reconstruirla en base a un plan país donde todos extremos se reconozcan, de ta manera que se pueda trabajar en conjunto para recomponer las instituciones. Tenemos que proponernos zanjar las profundas heridas que ha dejado en cada uno de nosotros la experiencia del modelo chavista. 

Un instrumento para quedarse

Frente a la explosiva realidad, el diálogo aparece (para la mayoría del país) como un instrumento usado por el gobierno para ganar tiempo y evitar -a toda costa- que se realice el referendo revocatorio en 2016. La  idea del gobierno es seguir manipulando los actores políticos, presionando para que el colectivo obedezca y acepte la autoridad por la fuerza. Hoy como ayer, el régimen pretende hacerle creer a la comunidad internacional que está dispuesto a “sentarse a dialogar con la oposición” y que los violentos son los del lado contrario.

 La actuación de los jerarcas del régimen refleja que no existe un sentimiento de buena voluntad por parte de quienes ostentan el poder para buscar una salida a la crisis.

Por su parte, la oposición, a pesar de los extraordinarios esfuerzos que se han hecho para fortalecer la unidad,  mantiene sus divisiones (radical, moderada y extremadamente moderada-llamada colaboracionista por algunos) que son propias de la cohesión de varios grupos políticos con visiones diferentes sobre el país. 

Para dialogar, la MUD pide condiciones mínimas que el gobierno rechaza de plano. Frente a los dos bandos en pugnas aparece un mediador cuya objetividad está comprometida, entre otras cosas, porque ha mantenido relaciones políticas y comerciales con gobierno desde hace varios años. La relación de compromiso con el oficialismo anula la posibilidad de José Luis Zapatero para acometer -de manera objetiva- la enorme tarea de sentar al gobierno y a la oposición en una mesa y hacer un esfuerzo para que ambos sectores reconozcan al oponente, los respeten y  acepten dar lo mejor de sí para crear una negociación efectiva para solventar la crisis. 

La naturaleza de la conflictividad política y social que vive el país requiere de medios efectivos para canalizar una resolución del conflicto. 


El no reconocimiento de la oposición por parte del gobierno hace que sea extremadamente difícil que haya diálogo. El gobierno es de naturaleza autoritaria, y por tanto, trata de resolver la crisis a través de la implementación de fuerza.

 No hay solución rápida

La búsqueda de un desenlace inmediato de la tragedia nacional es un anhelo de grupos opositores. ¿Sacar del poder a Maduro y sus colaboradores significaría el fin del conflicto?. Si bien es un factor clave para el remedio, un mero cambio de cúpulas no es la culminación del caos, sino una parte de un proceso de transformación mucho más complejo.

La solución al conflicto venezolano compromete varias generaciones y un arduo trabajo que podría durar varias décadas y cuyo éxito va a depender de varios factores, entre ellos, el compromiso  y la visión del grupo que asuma el poder a futuro y la naturaleza del acuerdo.

El liderazgo político actual y aquél que asuma las riendas de la transición, debe ser responsable al comunicar la magnitud del problema y la complejidad de la solución. La politiquería y la demagogia debe dar paso a la cordura y a la seriedad.


Un acuerdo nacional con gente comprometida con Venezuela


El problema del país va mucho más allá del autoritarismo del régimen y los anhelos de cambio de una población agotada de los abusos reiterados del poder a lo largo de más de tres lustros. El conflicto que vive Venezuela exige un acuerdo nacional sobre un modelo de país diferente al actual, basado en principios diferentes a los fracasados. La solución incluye un alianza entre los sectores civiles, académicos, políticos y, en especial, una concientización de la casta militar, en cuyo seno existe un enorme grado de descomposición, cuyos rangos altos y medios se han acostumbrado al pillaje, a la corrupción y muchos han establecido vínculos con el narcotráfico. 

En estos momentos, las fuerzas armadas están divididas en dos bandos, uno de los cuales está dispuesto a levantar las armas contra el pueblo para evitar el cambio.

Lo posible

Por ahora, hay que seguir apostando a una salida pacífica, constitucional y democrática. Hay que seguir presionando (nacional e internacionalmente) para que se logre un compromiso real para la reconstrucción del país. La gravedad de la situación nos obliga a concertar para evitar lo peor.

Los factores que produjeron el Caracazo, 20 años atrás, están presentes y potenciados en el escenario actual. La masa hambrienta está dispuesta a salir a saquear, y el Estado está listo para aplicar el monopolio de violencia. 


Las Fuerzas Armadas Nacionales parecieran estar dispuestas a masacrar al pueblo.


**** Zanjar las heridas, producto de los odios impulsados por Hugo Chávez y sus sucesores, requiere de tiempo, de re-educación y de un compromiso social  firme y desinteresado. 


****Todo indica que el tiempo se está agotando. No hay concientización por parte de los jerarcas del gobierno y del algunos actores políticos sobre la urgencia de buscar una solución a la crisis. 

****Un diálogo sincero necesita que previamente se acepten condiciones mínimas, tales como: libertad de los presos políticos, cumplimiento de la ley, realización del referendo, aceptación de la ayuda humanitaria, parar la violación de los derechos humanos.

****El oficialismo cerró la ventana al entendimiento, y lejos de bajar la presión, ha tomado acciones que han encendido más el conflicto, haciendo que la situación el país sea inmanejable y se constituya un caldo de cultivo perfecto para otro tipo de peligrosas aventuras .

¿Se requiere la actuación internacional?

Si hace falta un arbitraje internacional. Se necesita con urgencia un mecanismo que obligue al entendimiento, para lo cual es indispensable que los mediadores gocen de la confianza de los sectores en pugna, que a su vez permitan que las partes acepten transigir en pro de la consecución de un acuerdo razonable que implique una convivencia mínima tolerable. 

****Por ahora no hay muestras que oficialismo vaya a cambiar su estrategia perversa de usar la represión, el miedo, el terror, y los ataques de los brazos armados legítimos e ilegítimos, para mantener el poder.

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La experiencia en los últimos años, es que cuando el régimen desea “imponer el diálogo”, el resultado es mayor conflictividad. No existe diálogo impuesto. La imposición es un engaño, es el  uso de una valiosa herramienta de la negociación de conflicto para que un bando pueda mantenerse en el poder, ganar tiempo y apostar a que ocurra otro evento que le permita disuadir a la población y retomar el control que por ahora parece haber perdido.


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