A través de clanes que operan en distintas regiones del país, Hezbollah logra financiarse y, en contraprestación, apoya al régimen de Nicolás Maduro.
Por Maibort Petit
La Organización de Seguridad Externa (ESO) de Hezbollah vio en las remesas de los grupos de inmigrantes libaneses establecidos en Venezuela y Colombia, una fuente de financiamiento para sus actividades criminales y terroristas y procedió, entonces, a conformar redes de apoyo que operan a través de estructuras de clanes familiares que se han integrado, igualmente, a la economía ilícita controlada por el régimen de Nicolás Maduro. Así lo revela un informe denominado “El nexo Maduro-Hezbollah: Cómo las redes respaldadas por Irán apuntalan al régimen venezolano”, suscrito por el experto en temas de seguridad, Joseph Humire, para el Adrienne Arsht Latin America Center del Atlantic Council.
En esta entrega daremos a conocer a algunos de los clanes que integrados a la estructura criminal-terrorista que opera en el poder en Venezuela bajo el amparo del brazo armado del régimen iraní.
El clan Saleh
El informe de Joseph Humire mención, en primer lugar, al clan Saleh y para describirlo refiere que la red criminal-terrorista de Hezbollah en Colombia y Venezuela se conoció en 2011, luego de una investigación resultante de una operación que involucró ciento treinta arrestos y la incautación de USD 23 millones de fondos ilícitos que se movían desde África Occidental al Líbano a través del Banco Libanés Canadiense.
La investigación que duró dos años permitió conocer uno de los casos más significativos de lavado de dinero con sustento en el comercio conocida como Operación Titán sirvió para desmantelar una red transregional de tráfico de cocaína y lavado de dinero masivo dirigida por Hezbollah. Para ello, el grupo terrorista se servía de facilitadores locales en Colombia, comandados por Ayman Saied Joumaa. Este capo de la droga colombo-libanés fue acusado en Estados Unidos por traficar cocaína con Los Zetas en México. El Departamento del Tesoro sostiene que dirige una extensa red de transporte marítimo vinculada a Hezbollah.
El reporte indica que la Operación Titán se inició en 2008 cuando autoridades de Colombia y los EE. UU. estaban tras los pasos de un cartel con sede en Medellín llamado La Oficina de Envigado, o «La Oficina». Las averiguaciones permitieron descubrir las conexiones que La Oficina tenía con la gran comunidad libanesa a lo largo de la costa del Caribe en Colombia. Los facilitadores de Hezbollah fortalecieron las conexiones del referido cartel y establecieron un complejo laberinto de comercio transfronterizo y mensajeros de grandes cantidades de efectivo entre Colombia y Venezuela.
Joseph Humire cita, entonces, el caso de un empresario chiíta y agente de Hezbollah llamado, Ali Mohamad Saleh, quien dirigió la red transfronteriza de terrorismo y crimen en Colombia y Venezuela descubierta durante la Operación Titán. La Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro designó en 2012 a este hombre y su hermano, Kassem Mohamad Saleh, como financistas del terrorismo. Un año antes, Ali Mohamad Saleh también había sido designado como un capo de los narcóticos.
El clan Saleh controló durante muchos años los mercados ilícitos de drogas, armas, contrabando, contrabando de efectivo a granel y lavado de dinero en Maicao, Colombia, en la frontera norte con Venezuela. Estos cárteles locales de la droga en el occidente venezolano —principalmente en el estado de Zulia— se benefician de este comercio transfronterizo ilícito que fue una vez administrado por el clan Saleh.
Luego de la sanción de 2012, los hermanos Saleh huyeron durante la noche a Venezuela, de acuerdo versiones de los comerciantes de Maicao. En Maracaibo, donde se cree que se encuentran, trabajan con otro clan libanés prominente integrado en la burocracia del régimen de Maduro.
El clan Nassereddine
En segundo lugar, Humire menciona en su reporte a Ghazi Nassereddine, quien fue sancionado por la OFAC en 2008 debido a sus vínculos con Hezbollah, catalogándosele como una persona de interés en 2015, por parte de la por la Oficina Federal de Investigaciones (FBI).
Entretanto, Abdallah Nassereddine, hermano mayor del primero, es un prominente hombre de negocios en la isla de Margarita, propietario de varios bienes raíces, inmuebles y centros comerciales.
El clan Nassereddine, de origen libanés, alcanzó prominencia política en Venezuela cuando Hugo Chávez asumió la presidencia de la república. Su figuración en la administración del difunto mandatario comenzó con su ingresó a la Cancillería, la cual le otorgó estatus diplomático oficia. Fue así como Abdallah Nassereddine —siempre de bajo perfil— pasó a ser una figura importante dentro del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), en el que funge como coordinador regional para el estado de Nueva Esparta.
Por su parte, Ghazi Nassereddine, estuvo destinado en la embajada de Venezuela en Damasco, Siria, posición desde la cual contribuyó a organizar reuniones entre altos funcionarios venezolanos y operativos de alto rango de Hezbolá. Refiere Humire que informantes de la DEA, en 2009, Ghazi organizó una reunión en Siria entre Hezbollah y el entonces ministro del Interior de Venezuela, Tareck El Aissami, y el jefe de contrainteligencia militar venezolano, Hugo Carvajal Barrios.
Dicho encuentro habría sido el origen de una operación de tráfico de cocaína que sirvió para financiar armas. Este esquema que involucró a las FARC y Hezbollah se materializó en 2014 cuando un avión libanés aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Maiquetía en Caracas cargado de AK-103, lanzagranadas propulsadas por cohetes, etc. El cargamento de armas habría un pago parcial por la cocaína que las FARC proporcionaron al régimen de Maduro y fueron trasladadas a una base militar en Guárico.
En la actualidad Ghazi Nassereddine aún colabora con el régimen de Maduro y dirige el think tank venezolano Global AZ. Ha realizado varios viajes a Francia, Alemania e Italia desde que dejó Siria en 2011.
Se cree que otros miembros del clan Nassereddine están encargados del adoctrinamiento político, entrenamiento paramilitar y contrabando de armas y drogas en Venezuela. Otro miembro del clan dirige la seguridad del actual ministro de Petróleo de Venezuela y ex-vicepresidente, Tareck El Aissami.
Advierte el informe de Humire que el clan Nassereddine es calificado como «reparador», o, en el caso de Ghazi, un «súper reparador», dado a que aun cuando no forman parte de la cadena de mando jerárquica de Hezbollah, son parte integral de la organización de las redes de apoyo en Venezuela que conectan a Hezbollah con el régimen de Maduro. “Estos arregladores brindan distancia y una medida de negación para que los líderes de Hezbollah oculten su conexión con el régimen de Maduro y establezcan caminos hacia la burocracia y el aparato político del régimen en Venezuela”.
El clan rada
Desde el siglo XIX en Maicao, un centro comercial histórico en el departamento de La Guajira en Colombia, concentra una gran cantidad de inmigrantes libaneses.
El reporte menciona que, en 2017, fue deportado un financiero de Hezbollah y con doble nacionalidad venezolano-libanesa, Abdala Rada Ramel, sospechoso de dirigir una red de tráfico de drogas y contrabando desde Maicao a Cartagena. Se trataría de un destacado miembro del clan Rada con estrechos vínculos con un líder de alto nivel de Hezbollah.
Versiones de la prensa colombiana indican que, en su interrogatorio inicial, Abdala Rada Ramel reveló que sus actividades ilícitas en Colombia eran coordinadas con su “supervisor”, Salman Raouf Salman, “un sombrío líder de la ESO de Hezbollah que ha estado implicado en numerosos actos terroristas. en todo el mundo”. Salman, cuyo alias es Samuel Salman El Reda El Reda, dirige la red de crimen-terror de la ESO de Hezbollah en América Latina. Sobre él pesa una orden de arresto internacional emitida por Argentina en 2009, por la creencia de que se encuentra vinculado a los atentados con bombas en Buenos Aires en 1992 y 1994. También fue designado como terrorista por la OFAC en 2019 y se ofrece una recompensa de USD 7 millones por información que conduzca a su captura. Salman Raouf Salman y su hermano, José Salman El Reda El Reda, habrían creado las redes de apoyo a Hezbollah en América Latina.
Los vínculos de Salman Raouf Salman con los eventos terroristas argentinos llevaron a las autoridades de ese país a creer que un venezolano-libanés llamado Amer Mohamed Akil Rada estuvo involucrado en el ataque de Hezbollah al edificio de la AMIA.
Transcurridas varias décadas, Amer Mohamed Akil Rada, ahora de 53 años, estableció “pequeñas empresas de importación y exportación en Panamá, enviando textiles a Colombia y carbón vegetal al Líbano, con hasta el 80 por ciento de las ganancias utilizadas para apoyar a Hezbollah”.
Joseph Humire dice en el informe que los familiares de Akil Rada continúan operando en Venezuela y están involucrados a la industria de las criptomonedas controlada por el régimen de Maduro. Al explicar este asunto, el reporte indica que Joselit de la Trinidad Ramírez Camacho, la jefa de criptografía del régimen de Nicolás Maduro responsable del petro, fue acusada recientemente por el Departamento de Justicia y habría obtenido USD 5 millones por ayudar a los funcionarios del régimen a evadir las sanciones de la OFAC. Ramírez Camacho tiene “profundos vínculos políticos, sociales y económicos con múltiples presuntos cabecillas de los narcóticos, incluido Tareck El Aissami”.
Red ilícita global
El informe de Humire sostiene que los clanes Rada, Saleh y Nassereddine forman parte de una red ilícita global de mayor tamaño que integran reparadores, financieros y facilitadores de Hezbollah, quienes operan desde Venezuela con la protección del régimen de Maduro.
A diferencia del clan Nassereddine, los integrantes de los clanes Rada y Saleh, no forman parte formalmente del régimen de Nicolás Maduro. Sin embargo, “cada uno de ellos maneja aspectos de las economías ilícitas de drogas, armas, contrabando, contrabando y lavado de dinero entre Venezuela, Líbano y Siria. Cada uno proporciona un servicio específico y una ventaja comparativa para conectar a Hezbollah con el régimen de Maduro, actuando como ‘puntos de convergencia’ con la economía ilícita controlada por el régimen y sectores específicos de su economía lícita, estableciendo un grado de negación plausible tanto para el régimen de Maduro como para el de Hezbollah, liderazgo, que ambos niegan cualquier cooperación directa”.
Se refiere también en el reporte que la Operación Titán conjunta de Estados Unidos y Colombia, describió algunos de estos puntos de convergencia que establecieron puentes aéreos y marítimos entre Venezuela, Irán y Hezbollah.
Finalmente, Joseph Humire advierte que en la medida en que se incrementa la campaña de «máxima presión» de Estados Unidos, adquieren más importancia estas redes de apoyo como estructuras fundamentales “para mantener una red de amenazas transregionales que permita a Irán y Hezbollah apuntalar al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela y al régimen de Bashar al-Assad en Siria”.