El problema no es Venezuela, sino la revolución bolivariana como grupo criminal organizado, advierte el experto en seguridad Douglas Farah.
Redacción ┊ Maibort Petit
No será posible para los Estados Unidos detener el avance que la criminalidad experimenta en América Latina a través del “bolivarianismo” que se ha instaurado en el poder en algunos países, mientras no entienda cómo actúa lo que claramente es una organización, una empresa, que gana espacios en la región y amenaza el sistema democrático.
Estas son las reflexiones de Douglas Farah, consultor y analista de seguridad nacional, miembro visitante senior en el Centro de Operaciones Complejas de la Universidad de Defensa Nacional y presidente de IBI Consultants, una empresa que brinda servicios estratégicos en el campo de la seguridad nacional.
En conversación con Venezuela Política, Farah explicó que el fracaso en la lucha contra el “eje del mal”, cuya expresión en Latinoamérica es el “bolivarianismo”, parte del mal diagnóstico de la situación y, por ende, de la forma de enfrentarlo y combatirlo.
Advierte que si bien la posición y papel de Estados Unidos frente a la región con la administración de Donald Trump, es de estar dispuesto a acabar o contribuir a que se geste un cambio democrático en países como Venezuela y Nicaragua, difícilmente tendrá éxito en este cometido mientras insista abordarlos como individualidades y no como la empresa criminal global que es.
“Parte del problema es una falta de entendimiento dentro de la política de EE. UU. de que el problema no es Venezuela. El problema es la revolución bolivariana y sus posibilidades de oxigenarse desde Irán, con Rusia, con China, con Nicaragua, con Bolivia, con El Salvador, hasta hace poco con Surinam. Es decir, hay un montón de huecos en el sistema mundial de globalización que permiten a estos grupos que están dispuestos a actuar o utilizar a los grupos del crimen organizado, mantenerse como instrumentos del estado para va a seguir existiendo”, alerta.
Explica que es la red criminal que opera detrás de uno de los regímenes instaurados en países tanto de América Latina como de otras latitudes, lo que les da sustento y permite que se mantengan en el tiempo a pesar de los múltiples problemas que enfrentan en el ámbito económico, social y político. Detrás de ellos, pues, una organiza criminal global los sostiene.
Se remite, para ejemplificar, a los casos de Corea del Norte y Siria, entre otros, cuyos regímenes han alcanzado cierto nivel de sobrevivencia a pesar de que ya no disponen de los mismos recursos que antes, esto porque existe detrás de ellos una red criminal que les permite mantenerse a flote. “Entonces el problema para mi es que los Estados Unidos no ven que es una sola una sola estructura donde hay que cortar todas las herramientas financieras de todos los grupos simultáneamente o, por lo menos, uno por uno, para ir achicando este espacio, porque sin eso no van a durar”.
Llama la atención acerca de en la actualidad, ni en Estados Unidos, ni en América Latina, existe un consenso sobre el peligro que representa la revolución bolivariana para el hemisferio. Por ello, Douglas Farah convoca al entendimiento conjunto, de manera que pueda gestarse una acción orquestada por todos los países democráticos de la región y que se exprese en la aplicación de sanciones económicas a regímenes como el de Nicolás Maduro en Venezuela, de manera de frenar su avance y detener sus acciones criminales.
El bolivarianismo es una empresa criminal dispuesta a todo
Sin ambages, Douglas Farah asegura que en tanto no se corrija el mal diagnóstico del problema que no aborda la situación como la empresa criminal que es y está dispuesta a todo a cualquier costo para mantener el poder donde ya opera, para conquistarlo donde aún no ha llegado y reconquistarlo donde lo perdió, no será posible acabar con el flagelo.
“No hemos entendido todavía que Venezuela está dispuesto a emplear grupos como las FARC, como el ELN, como sus propios grupos internos, como las milicias internas que tiene, los colectivos, etcétera, como instrumentos del estado. Es decir, estamos acostumbrados a pensar que un estado, aunque sea corrupto, va a combatir esos grupos, no a utilizarlos, invitarlos y darles dinero para que cumplan una política de gobierno. Yo creo que cambiar esa mentalidad es muy difícil, pero cuando haya ese cambio, se podrán ver realmente muchas más opciones para combatir esas redes criminales”.
Esta acción es urgente, sentencia Farah, pues la criminalidad avanza y es preciso no seguir perdiendo el tiempo para combatir el eje del mal con contundencia y efectividad. De hecho, el dinero del sistema criminal está ingresando al sistema financiero de los Estados Unidos. Recuerda que, hasta hace unos diez años, habría sido posible manejar y frenar la situación, pero no se hizo. Fue de esta manera que avanzaron, como el caso del Frente Farabundo Martí en El Salvador, de Daniel Ortega en N-icaragua, Maduro en Venezuela, de Evo Morales en Bolivia o de Correa.
“Ya en ese momento era obvio que era un proyecto en conjunto basado en la criminalidad. No logramos con nuestras advertencias que se cambiara la política con que se enfocaba esta situación (…) Ahora tienen una capacidad enorme, hay una cantidad enorme de casos, por ejemplo el del profesor Bruce Bagley, un experto en lavar dinero que cayó por lavar dinero para los narcos. Tienen un poder de corrupción muy grande que llega a muchas cosas, a mucha gente. Entonces, hay una red de complicidad también en EE. UU.”.